El número de turistas en la Antártida se ha disparado en los últimos años y las consecuencias de esto no son simplemente un mejor balance para las finanzas de las empresas turísticas, sino que se estima que por cada uno de los 45000 turistas que visitan cada año la Antártida se generan en torno a 4,4 toneladas de dióxido de carbono, según un estudio elaborado por la Fundación Abertis y el Ministerio de Ciencia e Innovación.
No solo las emisiones de dióxido de carbono suponen un problema sino que hay otros problemas asociados al turismo que también tienen una enorme importancia. Uno de ellos es el riesgo de la introducción de especies. No hay que pensar quizás en grandes mamíferos o aves, que probablemente no sobrevivirían, sino en nuestros amigos unicelulares y los virus, que tan de moda están últimamente. Así mismo, las plantas, principalmente líquenes y musgos, pero también gramíneas como la Agrostis stolonifera que podemos ver en la foto, ya se han empezado a asentar en este continetne.
Actualmente, según Peter Convey de la división de ciencias biológicas de BAS Cambridge, hay unas 200 especies invasoras en la Antártida. De hecho, se ha señalado que en algunas islas subantárticas el nivel de colonización por parte de estas especies llamadas alien ha llegado a un punto en el que se han hecho más numerosas que las autóctonas.
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