jueves, 4 de junio de 2009

Peaje Antártico

El número de turistas en la Antártida se ha disparado en los últimos años y las consecuencias de esto no son simplemente un mejor balance para las finanzas de las empresas turísticas, sino que se estima que por cada uno de los 45000 turistas que visitan cada año la Antártida se generan en torno a 4,4 toneladas de dióxido de carbono, según un estudio elaborado por la Fundación Abertis y el Ministerio de Ciencia e Innovación.


El 56% de las emisiones se deben al transporte marítimo y el 44% restante al transporte aéreo. El estudio realizado por Javier Benayas, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, y Martí Boada, de la Universidad Autónoma de Barcelona, ha señalado que con una tasa de diez dólares por cada turista podrían financiarse dos medidas importantes: la inspección con observadores independientes a bordo de los cruceros para garantizar el cumplimiento de la normativa y una mejor formación para los guías.

Para cubrir el coste de una tercera medida que consistiría en barcos de vigilancia que inspeccionasen las operaciones de los cruceros, la pesca ilegal y prestasen apoyo en labores de rescate, se necesitarían 100 dólares.

No solo las emisiones de dióxido de carbono suponen un problema sino que hay otros problemas asociados al turismo que también tienen una enorme importancia. Uno de ellos es el riesgo de la introducción de especies. No hay que pensar quizás en grandes mamíferos o aves, que probablemente no sobrevivirían, sino en nuestros amigos unicelulares y los virus, que tan de moda están últimamente. Así mismo, las plantas, principalmente líquenes y musgos, pero también gramíneas como la Agros­tis sto­lo­ni­fe­ra que podemos ver en la foto, ya se han empezado a asentar en este continetne.


Actualmente, según Peter Convey de la división de ciencias biológicas de BAS Cambridge, hay unas 200 especies invasoras en la Antártida. De hecho, se ha señalado que en algunas islas subantárticas el nivel de colonización por parte de estas especies llamadas alien ha llegado a un punto en el que se han hecho más numerosas que las autóctonas.

Otro daño importante asociado al turismo es el causado en líquenes y musgos al ser pisados, que pueden tardar décadas en recuperarse.

No parecen por tanto descabelladas estas propuestas y mucho menos teniendo en cuenta que el perfil del turista antártico actual es el de una persona con alto poder adquisitivo. 10 ó 100 dólares no parecen suponer un peaje excesivo para que no solo los turistas de hoy, sino también los de mañana, puedan disfrutar de este impresionante continente.

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